Si
la desesperanza
tiene
el poder de una certeza lógica,
y
la envidia un horario tan secreto
como
un tren militar,
estamos
ya perdidos.
Me
ahoga el castellano,
aunque nunca lo odié.
aunque nunca lo odié.
Él
no tiene la culpa de su fuerza
y
menos todavía de mi debilidad.
El
ayer fue una lengua bien trabada
para
pensar, pactar, soñar,
que
no habla nadie ya: un subconsciente
de
pérdida y codicia
donde
suenan bellísimas canciones.
El
presente es la lengua de las calles,
maltratada
y espuria, que se agarra
como
hiedra a las ruinas de la historia.
La
lengua en la que escribo.
También
es una lengua bien trabada
para
pensar, pactar. Para soñar.
Y
las viejas canciones
se
salvarán.
Poema de Joan Margarit
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