Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra estéril y raída donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos, a solas con su sombra y su locura, va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones, y ruinas de viejos encinares coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera. Es horrible y grotesca su figura; flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, ojos de calentura iluminan su rostro demacrado. |
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza -rojo de herrumbre y pardo de ceniza- hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡carne triste y espíritu villano!-. No fue por una trágica amargura esta alma errante desgajada y rota; purga un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota. |
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Poema de Antonio Machado
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3 comentarios:
Así andamos muchos en algunos rotos de lucidez
"en algunos ratos"
La rara y bendita locura, tan necesaria en muchos momentos
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